El Malentendido del Legalismo

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En todos mis años de seguir a Jesús, nunca me he encontrado con nadie que se identifique a sí mismo como legalista. Ni una vez. Y sin embargo, he escuchado incontables veces que alguien identifique a otros cristiano como legalista. El hecho de que la palabra “legalista” se use exclusivamente para etiquetar a alguien más, y nunca para etiquetarse a uno mismo, me dice dos cosas. Primero, me dice que es posible ser un legalista sin saber que lo eres. Segundo, me dice que es posible pensar que alguien más es un legalista cuando en realidad no lo es. Ambas posibilidades revelan un problema central: por mucho que nos guste usar la palabra “legalista”, realmente no sabemos lo que significa o a quién aplica.

Entonces, ¿qué significa?

Y, ¿a quién aplica?

Aunque la palabra no aparece en la Biblia, es una palabra que los cristianos han adoptado para describir algo que ciertamente sí aparece. A saber, se usa para describir la teología y la actitud de los fariseos con quienes Jesús interactuó y los judaizantes cuya enseñanza Pablo confrontó. De esta manera, la mejor manera para que nosotros tengamos un entendimiento correcto de lo que el legalismo significa y a quién aplica es examinar las teologías y actitudes de los fariseos y los judaizantes.

Uno de los pasajes más útiles para entender el legalismo es Mateo 23, en donde Jesús reprende abiertamente a los fariseos porque  “atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre las espaldas de los hombres…” (léase: legalismo). Un tema común que se extiende a través de la crítica a los fariseos es que ellos han añadido sus propias leyes junto a la ley de Dios y —para empeorar las cosas— tratan esas leyes como supremas. En otras palabras, los legalistas hacen mucho de los asuntos pequeños, y poco de los asuntos mayores.

Una sección igualmente útil de la Escritura es el libro de Gálatas. En esta letra a los cristianos de Galacia, Pablo confronta el legalismo de los juidaizantes en un lenguaje muy fuerte. La mentira específica con la que se estaba alimentando a los gálatas cristianos era que su posición con Dios dependía de su obediencia a la ley de Dios. Esto se ponía en contraste con el mensaje que creyeron cuando se convirtieron en cristianos: que su posición con Dios era dependiente de su fe en la obediencia de Jesús a la ley de Dios. La idea de que somos aceptados por Dios basados en nuestra propia obediencia a la ley es legalismo, y si creemos eso, “Cristo de nada les aprovechará” (Gálatas 5:2).

Combinando lo que aprendemos de los fariseos y los judaizantes podemos concluir: los legalistas son aquellos que ponen sus propias leyes junto a o sobre la ley de Dios y/o confían en que su obediencia a esas leyes los pondrá en el lugar correcto con Dios.

Así, hay muchas personas que obviamente son legalistas porque abiertamente hacen mucho de lo poco y poco de lo mucho, como los fariseos. Todos conocemos a alguien que se opone de manera vehemente a que las personas miren la representación de la inmoralidad sexual en las películas pero está mucho menos preocupado de la inmoralidad sexual muy real en su propia vida, o alguien que declara que tomar cualquier bebida alcohólica es pecado mientras que no tiene ningún problema con su propia glotonería de comida y entretenimiento.

También hay muchas personas que no piensan que son legalistas cuando, de hecho, lo son. No creen que son legalistas porque saben que no están obligados a obedecer reglas tontas acerca de qué tan larga debe ser su falda o qué estación de radio pueden escuchar. Sin embargo, si ellos creen que su posición con Dios es de cualquier forma dependiente de su obediencia a siquiera una de las leyes de Dios, son legalistas.

Al mismo tiempo tenemos personas que son etiquetados como legalistas y en realidad no lo son. Alguien que reprende a otro cristiano por mirar películas o series piratas no es un legalista, ellos están simplemente intentando honrar el mandamiento de Dios de no robar. Uno que se niega a decir una grosería frecuentemente no es legalista, sino simplemente alguien que busca someterse al mandamiento de Dios, “Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación” (Efesios 4:29). Estas personas solo son legalistas si creen que su obediencia a estos mandamientos de alguna manera consigue o mantiene su salvación. Si están confiando en la obediencia de Cristo para salvarlos, entonces su énfasis en obedecer las leyes de Dios no es legalismo. Es amor (Juan 14:15).

Es sabio escuchar la advertencia del profeta Isaías, quien escribió, “Ay de los que llaman a lo malo bueno y a lo bueno malo” (Isaías 5:20). Cuando fallamos en definir el legalismo de manera adecuada, somos culpables de hacer precisamente eso. Podríamos hacerlo como lo hacían los fariseos, aplaudiéndonos a nosotros mismos por nuestra estricta obediencia a cosas que no son de suma importancia para Dios. O podríamos hacerlo como “anti-legalistas”, no viendo el legalismo que podría estar viviendo en nosotros, llamándole “buena” a nuestra fe cristiana incluso mientras inconscientemente confiamos en alguna medida en nuestra propia obediencia para mantenernos en el lugar correcto con Dios. También podríamos hacerlo al etiquetar la obediencia fiel de otro cristiano como legalismo, cuando en realidad nosotros somos los que estamos pecando por no buscar la voluntad de Dios con un celo semejante.

En resumen, en lugar de usar el término “legalismo” como un insulto para inmediatamente menospreciar la opinión o las convicciones de otros, quizá deberíamos concentrarnos en su verdadero significado y usarlo para evaluarnos a nosotros mismos antes de evaluar a otros:

¿Estoy añadiendo a la ley de Dios mis propias leyes… incluso si esas leyes son buenas y sabias?

¿Estoy de cualquier manera sobre enfatizando asuntos que Dios considera menores y minimizando asuntos que Dios considera mayores?

¿Estoy confiando en mi propia obediencia a la ley de Dios (incluyendo mi obediencia al mandamiento “no seas legalista”) para ponerme o mantenerme en el lugar correcto con Dios?

¿Estoy juzgando a otro cristiano como “legalista” sin evaluar si quizá yo debería estar igualmente apasionado acerca del mandamiento que ellos están buscando obedecer?

Si hacemos esto, me imagino que encontraremos que la palabra aplica a nosotros más de lo que jamás pensamos, y aplica a otros mucho menos de lo que esperábamos.

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