Haz lo correcto: ayuda para tomar decisiones bíblicamente

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Como seguidores de Cristo, queremos vivir de manera agradable para nuestro Rey. Queremos hacer lo correcto. El problema es que “lo correcto” no siempre es tan fácil de discernir. De hecho, en todos mis años en el ministerio cristiano, esta ha sido la pregunta práctica con la que he visto que las personas luchan más que con ninguna otra: ¿Cómo sé qué es lo correcto? Aunque reconozco que esta puede ser una pregunta difícil de responder, también he encontrado dos guías en la Escritura que me han liberado del estrés y el miedo de escoger lo incorrecto. De hecho, han hecho que la toma de decisiones al momento sea mucho más fácil de lo que jamás hubiera imaginado. La primera guía se basa en nuestro rol como portadores de imagen.

La Palabra de Dios nos enseña que los seres humanos están diseñados para reflejar la imagen de Dios. Génesis 1:26 nos muestra que este fue el propósito de Dios en el acto original de la creación, cuando declaró, “Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza”. Este también es el propósito de Dios en la nueva creación. Aunque la imagen de Dios ha sido distorsionada como resultado del pecado de los humanos, Él promete restaurar su imagen en su pueblo. Él hace esto a través de la persona y obra de Jesucristo, el perfecto y verdadero portador de imagen, quien es “la imagen del Dios invisible” (Colosenses 1:15) y “la fiel imagen de lo que él es” (Hebreos 1:3). Dios “predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo” a aquellos que están en Cristo (Romanos 8:29). Esta restauración de la imagen de Dios en su pueblo no es instantánea, sino gradual. Ellos están siendo “transformados a su semejanza con más y más gloria” (2 Corintios 3:18). Dios promete que el proceso será completamente realizado cuando Jesús regrese. En ese momento, “seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es” (1 Juan 3:2). En resumen, fuimos creados, y luego recreados, con el propósito de reflejar la imagen de Dios mientras nos movemos hacia la consumación de todas las cosas, donde le reflejaremos perfectamente. De esta manera, nuestras decisiones deben ser tomadas con base en qué tan bien reflejan la imagen de Dios y según si nos acercan o no a esa meta final.

Esta es claramente la base para la ética de Pablo. Por ejemplo, él le ordena a los Filipenses que “consideren a los demás como superiores a ustedes mismos…” porque “… la actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús” (Filipenses 2:3-5). De manera similar, cuando exhortó a la iglesia de Corinto a dar de manera generosa, Pablo explica que deben hacer esto porque refleja adecuadamente la imagen de Dios. Él dice, “Ya conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que, aunque era rico, por causa de ustedes se hizo pobre, para que mediante su pobreza ustedes llegaran a ser ricos” (2 Corintios 8:9). Pedro basa su ética en el mismo principio. Pedro le ordena a los cristianos vivir vidas santas porque “también es santo quien los llamó [Dios]” (1 Pedro 1:15). Él también les dice a los cristianos que se sometan a las autoridades, incluso si eso trae sufrimiento. Él justifica este mandamiento potencialmente controversial diciendo que Jesús hizo lo mismo, “Cuando proferían insultos contra él, no replicaba con insultos; cuando padecía, no amenazaba, sino que se entregaba a aquel que juzga con justicia” (1 Pedro 2:23). Los apóstoles presentan el ser portadores de imagen como la base de su ética porque Jesús, su Señor, hizo lo mismo. Por ejemplo, Jesús ordena a sus seguidores amar a sus enemigos y orar por ellos para que sean hijos de su Padre que está en el cielo. En otras palabras, deben hacerlo para reflejar la imagen del Dios que hace que “salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos” (Mateo 5:45). Los seguidores de Jesús no solo deben amar a sus enemigos como reflejo de la imagen de Dios. También deben amarse unos a otros con base en lo mismo. Jesús ordena “que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos” (Juan 13:34-35, énfasis mío).

Además de tomar decisiones que reflejen de manera más adecuada la imagen de Dios, también debemos evitar aquellas decisiones que contradicen la naturaleza y el carácter de Dios. Debemos evitar mentir porque no refleja adecuadamente la imagen de Dios, quien es la personificación de la verdad. Pablo escribe, “Dejen de mentirse unos a otros, ahora que se han quitado el ropaje de la vieja naturaleza con sus vicios, y se han puesto el de la nueva naturaleza, que se va renovando en conocimiento a imagen de su Creador” (Colosenses 3:9-10). Debemos evitar el adulterio y el divorcio porque contradicen la naturaleza de Dios en su fidelidad a su pacto. “Yo aborrezco el divorcio”, declara Dios a través de Malaquías (Malaquías 2:16). Por esa razón, Malaquías se asombra de que las personas creadas a imagen de Dios puedan distorsionar Su imagen a través del adulterio y el divorcio. “¿No tenemos todos un solo Padre? ¿No nos creó un solo Dios? ¿Por qué, pues, profanamos el pacto de nuestros antepasados al traicionarnos unos a otros?” (Malaquías 2:10). Incluso la idolatría debe ser evitada sobre la base de su inconsistencia con la naturaleza y la imagen de Dios. “Yo soy el Señor; ¡ese es mi nombre! No entrego a otros mi gloria, ni mi alabanza a los ídolos” (Isaías 42:8). Debido a que Dios no pone a ningún otro dios delante de sí mismo, nosotros no debemos poner ningún dios delante de Él (Éxodo 20:2-3).

Cuando nos enfrentamos a una decisión, nuestra primera pregunta debe ser: “¿Cómo puedo reflejar mejor la imagen de Dios en esta situación?”. En muchos casos, responder a esta simple pregunta será suficiente para saber qué hacer. Sin embargo, en otros casos, “lo correcto” es menos explícito y parece mucho más relativo. ¿Qué hacemos en esos momento? Ahí es donde entra la segunda guía.

“Lo correcto” es relativo de persona a persona o de situación a situación solo cuando la naturaleza y el carácter de Dios revelado en las Escrituras no nos proveen de guía sobre el qué, cuándo, cómo, o una combinación de los tres. Por ejemplo, todas las personas deben ser generosas porque Dios es generoso. Ese es el qué, y se revela claramente en la Palabra de Dios. Pero la Escritura no nos provee lineamientos explícitos acerca del cómo. De esta manera, aunque la generosidad es un absoluto ético, la manera en el que uno practica la generosidad es éticamente relativa. Sin embargo, esto no significa que todas las expresiones de generosidad son igualmente agradables a Dios o que reflejen de igual manera su imagen. Algunas expresiones de generosidad son más agradables de Dios y reflejan más su imagen, y en consecuencia son más éticas. Afortunadamente, no hemos sido dejados a nuestra merced y obligados a simplemente hacer conjeturas educadas acerca del tema, para después simplemente esperar lo mejor. Dios le ha dado a su pueblo el Espíritu Santo para (entre otras cosas) proveernos de guía adicional en situaciones éticamente relativas.

Para continuar con la ilustración de la generosidad, Pablo confía que el Espíritu Santo le ayudará a cada cristiano a identificar la manera más ética de expresar esa generosidad. En lugar de requerir una cantidad específica y uniforme, él declara, “Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón” (2 Corintios 9:7). En situaciones éticamente relativas, podemos tomar la decisión más ética buscando la dirección del Espíritu. Pablo asume que esta dirección es accesible para todos los cristianos y les protegerá de vivir de manera no ética y desagradable a Dios. “Si los guía el Espíritu”, él promete, “no están bajo la ley” (Gálatas 5:18).

Ya hemos notado que nosotros somos “transformados a su semejanza con más y más gloria…”. Las palabras restantes de ese versículo revelan que esta es la obra “del Señor, que es el Espíritu” (2 Corintios 3:18, énfasis mío). El Espíritu Santo es singularmente capaz de moldearnos a la imagen de Dios, porque Él es Dios mismo y, como tal, conoce quién es Dios y lo que Dios piensa a un grado que nadie más puede, y Él desea compartir ese conocimiento con nosotros. Pablo dice, “Nadie conoce los pensamientos de Dios sino el Espíritu de Dios” (1 Corintios 2:11) y ora que Dios le de el don del Espíritu Santo “para que lo conozcan mejor” (Efesios 1:17). De esta manera, cuando estamos en una situación que requiere una decisión, y no podemos encontrar guía explícita en lo que Dios ha revelado acerca de sí mismo en las Escrituras, podemos volvernos al Espíritu Santo para que nos dé dirección. Él puede guiarnos y nos guiará hacia la decisión más apropiada, la cual es la decisión que mejor refleje la imagen de Dios. Dios promete, “Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios” (Romanos 8:14). Para decirlo de manera diferente, mientras más sigas la dirección del Espíritu Santo, más te parecerás a Dios el Padre en tus acciones y motivaciones. Esas acciones y motivaciones son “lo correcto”.

Esas dos simples guías han sido de las que he dependido personalmente por años al momento de tomar decisiones. Las he encontrado muy útiles para protegerme de la ansiedad de “no saber qué hacer”. Esto no quiere decir que mis decisiones siempre son perfectas. Pero cuando fallo a la hora de hacer “lo correcto”, tiene mucho más que ver con mis deseos pecaminosos de hacer lo que yo quiero en ese momento que con la inhabilidad de discernir cuál es la decisión correcta. Esta es la razón por la que el proceso de ser moldeado a la imagen de Dios no será completado hasta que Jesús regrese, liberándome completa y finalmente de los efectos del pecado para que yo tenga perfecto conocimiento de lo que verdaderamente es lo correcto; un deseo perfecto para hacer lo que verdaderamente es lo correcto; y el poder perfecto para lograrlo.

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