Principios Bíblicos de Liderazgo Para Tiempos de Pandemia

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Aprendí muchas cosas en el seminario, pero “cómo dirigir una iglesia en medio de una pandemia” no fue una de ellas.

Ningún líder de iglesia, y ningún cristiano, estaba preparado para la crisis actual porque ninguno de nosotros había vivido nada parecido a lo que estamos enfrentando en este momento. Debido a esta falta de preparación, puede que nuestro liderazgo durante este tiempo haya sido acompañado por inseguridad, incertidumbre e incluso errores propios. Y si es así, no nos deberíamos sorprender. Al mismo tiempo, no nos deberíamos desanimar porque a pesar de lo único que es el desafío de COVID-19,  no estamos sin una brújula para guiarnos en estos tiempos. Esta brújula es la Biblia y de ella podemos sacar varios principios que nos pueden ayudar a dirigir la Iglesia de Cristo en esta época. En este articulo me gustaría hablar de tres de ellos.

Prioriza tú presencia en la vida de la iglesia por encima de la predicación

Como líderes de iglesia, valoramos mucho la predicación, tal como deberíamos, porque la Palabra de Dios es un elemento central de la vida de la iglesia local. Sin embargo, la predicación no es *el* elemento central. Es uno de una variedad de elementos que se emplean para alcanzar nuestra meta principal: servirnos y discipularnos hasta que lleguemos a ser “una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo” (Efesios 4:11-13).

Durante esta crisis, estoy convencido de que lo que tu iglesia más necesita para acercarse a aquel blanco no es un sermón perfecto, sino una presencia tangible de tu parte. Tal como Dios se encarnó y se nos acercó en Jesús,  puedes encarnar el amor y la presencia de Dios durante esta crisis al acercarte a tus congregantes (Juan 17:18). Aunque no te puedan ver en persona, pueden sentir la presencia y amor de su Señor en tus llamadas y mensajes personales y en las oraciones, preguntas, preocupaciones, apoyo y ánimo que incluyen.

Si tu iglesia tiene más de 50 personas, es probable que no lo puedas hacer con todos. Pero no hace falta. Si lo haces con el mayor número de personas posible, estarás creando una cultura de iglesia capaz de influir a todos y proveyendo un modelo de discipulado mutuo que los demás pueden seguir.

Si resultara ser necesario, los miembros de tu iglesia podrian encontrar en línea incontables buenos sermones que les hablen de Cristo, pero jamás encontrarían a un buen pastor que les muestra el amor de Cristo con su presencia en sus vidas cuando más la necesitan. Solo tú y tu equipo de liderazgo pueden proveerles esto. Así que la próxima vez que sintamos una tentación para enfocar la mayoría de nuestra energía y tiempo de la semana en la grabación, transmisión, o promoción de nuestro sermón dominical, recordemos que por muy importante que sea nuestro sermón, nuestra presencia en las vidas de nuestros congregantes importa mucho más.

Prioriza personas encima de presupuestos

Como líderes de iglesia, es probable que una de nuestras responsabilidades es planear el presupuesto de la iglesia y administrar el dinero que Dios le provee a ella. Debido tanto a la falta de reuniones presenciales como el cambio de la situación económica de varios miembros de la iglesia, tal presupuesto se ha alterado y la cantidad de ingresos ha disminuido considerablemente. Como si esto no fuera lo suficientemente difícil en sí, está pasando mientras los miembros de nuestra iglesia necesitan más ayuda financiera que nunca. Todo esto nos pone en la posición de tener que tomar decisiones que nos pueden afectar a nosotros mismos, a la iglesia como institución, y a los individuos y familias que forman parte de ella.

¿Qué deberíamos hacer si nos encontramos en esta situación?

Aunque todo contexto es único, estoy convencido de que el principio bíblico general es que la prioridad bíblica con respecto a los recursos de una iglesia local es la gente necesitada de la misma iglesia local (Santiago 1:27, 1 Timoteo 5, Hechos 6:1-7, 2 Corintios 8). En práctica, esto significa que lo más apropiado puede ser dejar de pagar el alquiler de nuestro local  para poder pagar las despensas, o las rentas, o los gastos médicos de las personas que asistían y/o vaciar los ahorros que la iglesia tiene para proyectos ministeriales del futuro para poder ministrar a sus miembros en el presente.

No son decisiones fáciles para ningún líder. Además, ninguna iglesia va a poder resolver todo reto financiero que le afecta a su congregación debido a la pandemia. No obstante, tendremos que rendirle cuentas a Dios por cómo administramos el dinero que provea para su iglesia y, personalmente, no quiero tener que decirle que prioricé mantener un edificio que ni siquiera podíamos usar encima de aliviar el sufrimiento de sus hijos bajo mi cuidado. Definitivamente es un riesgo serio perder el lugar en el cual nos hemos reunido y/o nuestros proyectos ministeriales planeados, pero no tan serio como el de perder nuestro testimonio como la familia de Dios que se cuida mutuamente.

Prioriza adaptarse encima de “volver a la normalidad”

Esta pandemia ha cambiado todo para nosotros y para nuestras iglesias. Es normal y bueno que extrañemos los ritmos anteriores de reuniones, celebraciones, comidas, estudios bíblicos, canciones, predicaciones y más. Sin embargo, el extrañar la vida de la iglesia de antes no quiere decir que debamos regresar a exactamente lo mismo cuando la cuarentena termine. Al contrario, recomiendo que permitamos que todo lo que aprendamos durante esta pandemia influya en quienes somos y qué hacemos como iglesias locales en el futuro. Si el mundo no va a ser igual, la Iglesia tampoco lo debería ser.

Obviamente las lecciones de cada iglesia local serán distintas. Aún así, pienso que algunas preguntas aplicarán a todos de manera general. Por ejemplo,

  • Después de esta experiencia, ¿cómo la iglesia debería cambiar su presupuesto para asegurarse de que tenga fondos disponibles para ayudar a sus miembros más afectados en caso de que haya otra pandemia o tragedia que pueda afectarles?
  • O, ahora que estamos viendo lo esencial que es tener comunión constante con nuestros hermanos, ¿cómo debería cambiar nuestra manera de “hacer iglesia” para que nuestros miembros puedan experimentar comunión íntima y consistente con sus hermanos como parte central de lo que significa ser cristiano y participar en nuestra iglesia?
  • Pensando en lo mucho que hemos visto que los cristianos necesitan saber alimentarse a sí mismos y a otros espiritualmente en lugar de depender de una sola persona, ¿cómo se debería cambiar nuestro plan para desarrollar líderes y capacitar a toda la iglesia para el ministerio?

A la luz de todo lo que has observado durante esta crisis, ¿cómo deberías cambiar tus propias metas, estilo y uso de tiempo como líder de iglesia?

Estas son solo algunas de las preguntas que esta pandemia nos obliga a contestar. Aunque sería muy fácil simplemente ignorarlas y regresar a los mismos patrones que antes, también sería un desperdicio del sufrimiento de estos meses y todo lo que nos ha enseñado. Cuando por fin tengamos la oportunidad de reunirnos, aprovechemos la oportunidad de adaptarnos conforme a los cambios en el mundo y en nuestras prioridades, tal como los cristianos del primer siglo hicieron cuando se dispersaron por la persecución.

Después de que Esteban fue asesinado y la persecución se multiplicó en Jerusalén, la Iglesia tuvo que dispersarse, pero nunca, jamás desapreció. Al contrario, se multiplicó al adaptarse a la nueva situación y al predicar el evangelio en nuevos lugares e, incluso, a nuevas etnias, estableciendo iglesias en nuevas culturas (Hechos 8:1-8, 11:19-21). Esto nunca hubiera pasado si Dios no hubiera permitido la experiencia desagradable de la persecución y tampoco si la Iglesia hubiera intentado seguir “haciendo iglesia” de la misma manera que siempre. Los primeros cristianos cambiaron su liderazgo centralizado por un liderazgo más esparcido, cambiaron sus reuniones públicas en el Templo de Jerusalén por reuniones escondidas en casas de varias regiones, cambiaron su habilidad de controlar la Iglesia por su habilidad de hacer crecer la Iglesia. Los primeros cristianos tuvieron que perder su estabilidad para asegurarse de nunca perder su objetivo, y tú y yo seguimos disfrutando de los beneficios incontables de que lo hicieron. Si ellos hubieran tratado de mantener el status quo y aferrarse a su normalidad, nuestras iglesias de hoy ni siquiera existirían. Por ende, sigamos su ejemplo al permitir que el sufrimiento causado por COVID-19 nos lleve a estar dispuestos a cambiar cómo “hacemos iglesia” si eso nos va a ayudar a cumplir con nuestro objetivo de la Gran Comisión.

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