3 razones para reconsiderar y rechazar la postura tradicional sobre el divorcio (Parte 1 de 4)

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Introducción 

El divorcio es horrible. 

Como hijo de padres divorciados y pastor de familias e individuos afectados por el divorcio, conozco personal e íntimamente el dolor y la devastación que siempre resultan de él. Nunca ha existido un divorcio “positivo” porque hasta el divorcio más necesario es el resultado del pecado humano. 

El divorcio es horrible.

Y todos lo sabemos.

Lo que no creo que todos sepamos es que la forma en la cual la Iglesia trata con el divorcio también es horrible y, igual que el divorcio, ha producido dolor y devastación en individuos en familias.

En la mayoría de las iglesias evangélicas todo lo que se le ofrece a la persona sufriendo en su matrimonio gira alrededor de la pregunta: “¿cuándo es permisible divorciarse?” Esta pregunta se contesta en muchas iglesias con “cuando un miembro de la unión ha sido infiel sexualmente al otro” y en algunas también se incluye “cuando una persona ha sido abandonada por la otra”. Al reducir nuestro consejo sobre el divorcio a una pregunta legislativa nos hemos convertido de una comunidad de hermanos que pastorea a las ovejas de Dios a una colectiva de jueces que evalúa el pecado y el padecimiento de pecadores, nos hemos cambiado de los que llevan las cargas de los demás basado en su necesidad absoluta a los que declaran sus opciones aprobadas basado en nuestra determinación de su culpabilidad relativa. En el proceso, hemos obstaculizado la capacidad de las personas de seguir sus conciencias y la habilidad de Jesús de mostrar misericordia donde más se necesita.

Después de tanto fruto desagradable, ha llegado la hora de cambiar de estrategia. En este artículo propongo tres razones por las cuales nos deberíamos reconsiderar —y rechazar— la postura tradicional sobre el divorcio y desarrollar una que mejor refleja el corazón de Cristo para sus hijos que sufren. 

  1. Porque la postura tradicional produce resultados absurdos 

En los dos puntos que siguen hablaremos de las maneras en las que la postura tradicional falla en cumplir las enseñanzas de la Biblia, pero antes de evaluarla a la luz de las escrituras quiero que consideremos las contradicciones y absurdidades que podemos ver a simple vista. Al verlas, deberíamos estar convencidos de que una mejor interpretación de los datos bíblicos existe y desesperados para descubrirla. Aquí son solo algunos ejemplos de las situaciones absurdas que la postura tradicional produce. 

La postura tradicional hace que un hombre o una mujer en un matrimonio miserable anhele que su pareja cometa adulterio y, si lo comete, hace que la misma persona se regocija en haber sido traicionado simplemente porque es su única forma de ser libre de la miseria de su matrimonio. Si nuestra postura hace que la gente anhela y celebra el adulterio, algo está más con nuestra postura. 

La postura tradicional hace que una mujer sí se puede divorciar de un hombre que ha sido infiel pero no de un hombre culpable de intento de homicidio, o que ha abusado de sus hijos, o que ha fallado en proveer comida y aojamiento, o que se ha entregado a las drogas, el alcohol, o otras adicciones. Si nuestra postura hace que el único pecado que justifica el divorcio es el adulterio, mientras hay otros pecados que destruyen familias de una forma aún más difícil de reparar, algo está mal con nuestra postura.   

La postura tradicional hace que le digamos a los que están en un matrimonio lleno de sufrimiento: a menos que tu cónyuge te ha sido infiel, Jesús quiere que te quedas en esa situación para que aprendas a ser más como él. Puede que este consejo sirva para una persona que batalla con las dificultades promedias de vivir con otro pecador imperfecto, como la impaciencia, los desacuerdos y la falta de comunicación. Pero, ¿realmente queremos romantizar los matrimonios poco sanos al decirles a las víctimas de negligencia, abuso, y pecado impenitente que Jesús es el responsable por su dolor y que no solo no va a hacer nada para rescatarlos, pero que están en esta situación para que “aprendan”? Si nuestra postura hace que no tengamos ningún consejo para los que sufren aparte de “Jesús te está enseñando algo”, algo está mal con nuestra postura.  

La postura tradicional hace que un hombre puede ignorar a su esposa por completo por 25 años, puede negarle el afecto, el sexo, el apoyo, el respeto, la provisión, el liderazgo espiritual todos los días de su matrimonio, pero si algún día esta mujer decide que ya no puede más y pide un divorcio, o si por la miseria de su matrimonio cae una sola vez cae en el pecado sexual con otro hombre, es ella quien va a ser “disciplinida” por la iglesia y él quien va a ser tratado como la víctima. Si nuestra postura hace que la verdadera víctima de años y años de pecado impenitente sea visto como el victimario y que el verdadero victimario cuyo pecado llevó el otro al punto de desesperación sea visto como la víctima inocente, algo está mal con nuestra postura. 

La postura tradicional hace que los pastores de la iglesia cambien su llamado a predicar a Cristo para un supuesto llamado a averiguar quién ha hecho qué a quién. Como pastores escuchamos “el lado de la historia” de uno y “el lado de la historia” del otro y nos ponemos en el lugar de él que tiene que decidir si el divorcio es “permisible” o no. Si es, nosotros declaramos quién es el inocente y quién es el culpable y, si decidimos que el divorcio no es “permisible”, le advertimos a la persona más herida que está obligado a quedarse en el sufrimiento de su matrimonio y que Dios no le permite ninguna escape. Si nuestra postura hace que los pastores decidan por alguien más si se queda en su matrimonio o no; si nuestra postura hace que tomemos lados y elijamos partidos a pesar de no tener manera de realmente saber qué ha pasado en la relación ni cómo le ha afectado a nadie; si nuestra postura hace que los pastores le agregan cargas a las personas más débiles y heridas en lugar de aliviarlas; si nuestra postura hace que los pastores prediquen la ley de lo que se puede o no se puede hacer a la gente que sufre en lugar del evangelio de lo que Cristo hace y ya ha hecho, algo está mal con nuestra postura. 

La postura tradicional produce resultados absurdos por su injusticia, ineficacia y inconsistencia. Esta es una de las razones por las cuales deberíamos reconsiderar —y rechazar— la postura tradicional sobre el divorcio y desarrollar una que mejor refleja el corazón de Cristo para sus hijos que sufren. 

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Lee la parte 2 de la serie en la cual vemos la segunda razón por la cual deberíamos reconsiderar y rechazar la postura tradicional sobre el divorcio: porque usa la ley como los fariseos y no como Jesús.

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