3 Razones Para Reconsiderar y Rechazar La Postura Tradicional Sobre El Divorcio (Parte 2 de 4)

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Esta publicación es la segunda en una serie de cuatro publicaciones sobre el tema. Por favor, lee la primera publicación antes de leer esta.

2. Porque la postura tradicional usa la ley como los fariseos y no como Jesús

Una segunda razón por la cual deberíamos reconsiderar y rechazar la postura tradicional sobre el divorcio es porque al emplear esa postura usamos la ley como los fariseos la usaban y no como Jesús la usaba.

Tal vez la ilustración más poderosa de la diferencia entre cómo los fariseos usaban la ley y cómo Jesús usaba la ley se encuentra en Mateo 12:1-14 y Marcos 2:23-3:6. En los dos relatos, Jesús tiene una confrontación con los fariseos debido a su comportamiento en dos sábados distintos. En el primero, Jesús permite que sus discípulos arranquen unas espigas de trigo al cruzar los sembradíos. Los fariseos le piden una explicación, ya que Jesús está permitiendo que sus discípulos hagan lo que está prohibido hacer en sábado. En el segundo, Jesús entra en la sinagoga y se encuentra con un hombre con la mano paralizada y decide sanarlo. Este acto de misericordia en el día de reposo les molestó tanto a los fariseos que salieron de allí tramando como matar a Jesús.

En los dos casos, los fariseos se ofendieron porque para ellos lo más importante era que la gente sirviera a la ley pero, para Jesús, lo más importante era que la ley sirviera a la gente. Por esto respondió a sus quejas diciendo: “El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado”. Es decir, según el legislador de la ley, la ley existe para bendecir al ser humano y permitir que florezca (algo que sí hace en circunstancias normales) y no para oprimirlo o asfixiarlo (algo que puede pasar cuando la ley está aplicada en circunstancias complejas como si fueran circunstancias promedio). Este principio no solo aplica a cómo deberíamos leer los mandamientos sobre el sábado, sino a cómo deberíamos leer todos los mandatos y normas de Dios, incluyendo los que se tratan del divorcio porque, parafraseando a Jesús, “El matrimonio se hizo para el hombre, y no el hombre para el matrimonio”.

La postura tradicional se enfoca en el principio general de que alguien “no se puede divorciar a menos que su pareja haya cometido adulterio o le haya abandonado” en lugar de enfocarse en la persona específica y sus necesidades en su situación única. Este enfoque refleja el de los fariseos, quienes quieren usar a las personas para bendecir la ley, en lugar de la perspectiva de Jesús, quien quiere usar la ley para bendecir a su pueblo. Es bastante irónico que las leyes que se encuentran en las escrituras sobre el divorcio fueran creadas para proteger a la gente más vulnerable: en aquel entonces, las mujeres. Ahora estas mismas leyes que fueron diseñadas por Dios para proteger a los más vulnerables se usan para obligarlos a quedarse en situaciones que les hacen mucho daño. Estoy seguro de que Jesús nos diría a nosotros, tal como les dijo a los fariseos que se enojaron por su comportamiento ese sábado, “Si ustedes supieran qué significa esto: ‘Lo que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios’, no condenarían a los que no son culpables”.

Jesús mismo invita a los cansados y agobiados a venir a él porque su yugo es suave y liviano. Si nuestra postura sobre el divorcio le pone a la gente a la cual Jesús ofrece descanso una carga opresiva y aterradora, algo está mal con nuestra postura. Sé que estamos tratando de ser fieles a la palabra, pero si nuestra “fidelidad” a la palabra de Dios requiere que contradigamos el corazón de Dios, ya es tiempo de reevaluar nuestra interpretación de su palabra. Y de esta se trata la próxima publicación en la serie en la cual veremos la tercera razón por la cual deberíamos rechazar la postura tradicional sobre el divorcio: porque la postura tradicional depende de exégesis defectuosa.

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