3 Razones Para Reconsiderar y Rechazar La Postura Tradicional Sobre El Divorcio (Parte 3 de 4)

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Esta publicación es la tercera de una serie de cuatro sobre este tema. Por favor, lee la primera parte y la segunda parte antes de leer esta.

3. Porque la postura tradicional depende de exégesis defectuosa

La postura tradicional sobre el divorcio se basa en una sincera interpretación de algunos textos bíblicos. Sin embargo, estoy convencido de que esta sincera interpretación también es una mala interpretación. Reconozco que esta afirmación puede parecer muy arrogante dado a la gran cantidad de personas sabias e inteligentes a lo largo de la historia de la Iglesia que han promovido la postura tradicional, pero espero que al ver los resultados absurdos de nuestro primer punto y el mal uso de la ley de nuestro segundo punto, por lo menos haya provocado la curiosidad suficiente como para estar dispuestos a volver a visitar los pasajes más influyentes.

La Biblia habla del divorcio varias veces tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, principalmente porque ya era una parte normal de la realidad de los judíos de la época de Moises y seguía siendo una parte normal de la realidad de los cristianos del primer siglo. Aunque sería útil poder revisar todos los textos sobre el tema, nuestro espacio solo nos permitiría examinar cuatro de ellos, empezando con la enseñanza de Jesús que ha sido el más citado en defensa de la postura tradicional que se encuentra en Mateo 19:3-9 (NVI):

3 Algunos fariseos se le acercaron y, para ponerlo a prueba, le preguntaron:

—¿Está permitido que un hombre se divorcie de su esposa por cualquier motivo?

4 —¿No han leído —replicó Jesús— que en el principio el Creador “los hizo hombre y mujer”, 5 y dijo: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo”? 6 Así que ya no son dos, sino uno solo. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.

7 Le replicaron:

—¿Por qué, entonces, mandó Moisés que un hombre le diera a su esposa un certificado de divorcio y la despidiera?

8 —Moisés les permitió a ustedes divorciarse de sus esposas por lo obstinados que son—respondió Jesús—. Pero no fue así desde el principio. 9 Les digo que, excepto en caso de inmoralidad sexual, el que se divorcia de su esposa, y se casa con otra, comete adulterio.

El primer problema con nuestra interpretación de este texto es que lo leemos como si Jesús estuviera contestando la pregunta que nosotros más queremos que conteste: ¿cuándo es permisible divorciarse? En realidad, Jesús está contestando la pregunta que los fariseos querían que contestara y, aunque nosotros tendemos a leer su pregunta como si fuera igual a la nuestra, no lo es. La pregunta de los fariseos era: “¿Está permitido que un hombre se divorcie de su esposa por cualquier motivo?”

Hay cinco palabras claves en esta pregunta. La primera es “hombre” y la segunda es “esposa”. A los fariseos que le hicieron esta pregunta a Jesús, no les interesaba saber lo que él pensaba del divorcio en general. Ellos querían saber si Jesús les iba a poner límites como hombres o si podrían despedirse de sus esposas cuando quisieran, cómo quisieran, sin obstáculo alguno. Esta no fue una pregunta sobre lo que Jesús pensaba del divorcio en general en todas las culturas, en todos los contextos, a lo largo de toda la historia. Fue una pregunta específica acerca de una situación definida en un contexto cultural único en el cual mucho de lo que había sido escrito en la Biblia sobre el divorcio fue escrito para proteger a las mujeres vulnerables de hombres que las hubieran abandonado o se hubieran aprovechado de ellas si no fuera por la ley. En el momento en que usamos esta respuesta de Jesús para contestar nuestras preguntas sobre el divorcio, en lugar de tomarla como una contestación a la pregunta que hicieron los fariseos, estamos haciendo una mala interpretación.

La tercera, cuarta, y quinta palabras claves se encuentran en la frase “por cualquier motivo”. Primero, es importante notar que los fariseos no le preguntaron a Jesús, “¿cuáles son los motivos aceptables para buscar un divorcio?”. Le preguntaron si era aceptable buscar un divorcio “por cualquier motivo”. Son dos preguntas distintas y la postura tradicional comete el error de leer la respuesta de Jesús como si estuviera contestando la primera pregunta aunque no es así. Segundo, aunque la frase “por cualquier motivo” no nos llama la atención en el siglo 21, la audiencia original inmediatamente reconoció esta frase. Tal como cuando nosotros escuchamos la frase “No, yo soy tu padre” e inmediatamente pensamos en el debate entre Luke Skywalker y Darth Vader, los judíos del primer siglo escuchaban la frase “por cualquier motivo” e inmediatamente la reconocían como una referencia a un debate famoso entre dos rabinos acerca de la interpretación de un solo texto bíblico acerca del divorcio.

Deuteronomio 24:1 dice: “Si un hombre se casa con una mujer, pero luego deja de quererla por haber encontrado en ella algo indecoroso, solo podrá despedirla si le entrega un certificado de divorcio”. El propósito de esta ley fue proteger a la mujer abandonada. Dios le obligó al hombre a darle a su mujer un certificado de divorcio para que él no pudiera regresar después de haberla abandonado y demandar a ella o a sus posesiones como si todavía fueran suyos, y para que no pudiera interferir si ella decidía casarse con alguien más. Sin embargo, con el tiempo, los rabinos hablaban menos del propósito original del texto (¿cómo protegemos a la mujer vulnerable?) y más sobre lo que más les interesaba a ellos (¿en cuáles situaciones podemos justificar el divorcio?) aunque el texto en realidad no se trata de esto. El debate se centraba en lo que realmente se calificaba como “algo indecoroso” en Deuteronomio 24:1. Un rabino que se llamaba Hillel argumentaba que “algo indecoroso” esencialmente se refería a cualquier cosa que no le agradaba al hombre. Por ende, enseñó que el divorcio era permisible “por cualquier motivo”, incluyendo algo tan insignificante como que la esposa quemara la comida de su esposo. Esta enseñanza directamente contradijo el propósito original del texto e hizo que las mujeres fueran aún más vulnerables. Como resultado, otro rabino que se llamaba Shammai argumentaba que lo único que calificaba como “algo indecoroso” era el adulterio. Según su perspectiva, un hombre no podría justificar su divorcio usando Deuteronomio 24:1 “por cualquier motivo” sino por el motivo de infidelidad de parte de la mujer. Es importante notar que Shammai no argumentaba que el adulterio era el único motivo permisible para el divorcio en las escrituras, sino que era la única razón en ese texto (también creía que Éxodo 21:10-11 permitía el divorcio en casos de negligencia física y emocional).

Este debate fue bien conocido en el primer siglo y tenía muchas implicaciones para los hombres judíos de esa época. Así que, cuando los fariseos le preguntan a Jesús si está permitido que un hombre se divorcie de su esposa “por cualquier motivo”, no le están pidiendo que les dé una lista de todos los casos en los cuales el divorcio permisible. Le están pidiendo que elija un bando en el debate entre estas dos escuelas de pensamiento. En cuanto quitamos la respuesta de Jesús de este contexto histórico ya la estamos malinterpretando. Sin embargo, esto es justamente lo que hacemos cuando decimos que la respuesta de Jesús a esta pregunta es la misma a nuestra pregunta de “¿cuáles son todos los casos en los cuales el divorcio es permisible?”

La respuesta de Jesús a la pregunta de los fariseos es: “excepto en caso de inmoralidad sexual, el que se divorcia de su esposa, y se casa con otra, comete adulterio”. Su respuesta a nuestra pregunta sobre todos los casos en los cuales el divorcio es permisible simplemente no puede ser la misma. No puede serla porque si Jesús fuera a contestar nuestra pregunta con la misma respuesta con la que contestó la cuestión de los fariseos, estaría contradiciendo a su Apóstol Pablo, quien también permite el divorcio en caso de abandono en 1 Corintios 7:15, y a la ley del Antiguo Testamento, el cual él mismo dijo que vino para cumplir y no para anular, que también habla de permitir el divorcio en casos de negligencia física y emocional (Éxodo 21:10-11). Jesús, por supuesto, no contradice a sus apóstoles ni a Dios Padre con su respuesta. Lo que sí hace con su respuesta es afirmar que Hillel estaba abusando de Deuteronomio 24:1, que ese texto no permite el divorcio por “cualquier motivo”, y que el hombre que abandona a su esposa por “cualquier motivo” todavía está casado ante los ojos de Dios y es culpable de adulterio si entra en otro matrimonio —algo que nos prohibe de leer un artículo como este y pensar que nos da la justificación de divorciarnos porque sí—.

La respuesta de Jesús a la pregunta de los fariseos es muy útil y nos enseña mucho sobre el carácter de Dios. Por ejemplo, nos enseña que Dios valora mucho el matrimonio, que lo ideal por lo cual lo diseñó fue para unir a dos seres humanos en un solo cuerpo con la intención de que nunca estuvieran separados, que esta unidad a veces sí se rompe debido a la obstinación de por lo menos un miembro del matrimonio, que la infidelidad sexual es una violación del contrato matrimonial, y que a Dios le importa mucho proteger a los más vulnerables. Lo que no nos enseña es la postura tradicional de la Iglesia sobre el divorcio y, por ende, deberíamos rechazar esa postura una vez y para siempre.

Lee la conclusión de la serie en la cuarta parte en la cual le doy consejos prácticos para acompañar a alguien en un matrimonio difícil.

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